julio 03, 2012

La adquisición de buenos hábitos alimentarios: del útero a la mesa


Una de las principales preocupaciones de los padres es que sus hijos se alimenten bien, aunque quizás no les preocupa tanto el como sino el cuanto, es decir, que consuman una adecuada cantidad de alimentos (incluso a veces por encima de sus necesidades) aunque estos alimentos no conformen el perfil de una dieta equilibrada.
La alimentación de los niños genera numerosos quebraderos de cabeza a sus progenitores. Es importante tener en cuanta que, desde antes de nacer, se está predisponiendo al niño al consumo de determinados alimentos, por eso, para evitar problemas entorno a la alimentación, hay que prestar atención a la misma desde la etapa del embarazo. 

Periodo prenatal


La percepción de un sabor se produce a través de los numerosos estímulos que un alimento produce en las cavidades oral y nasal. En cuanto a la cavidad oral, hay que tener en cuenta que las papilas gustativas aparecen entorno a la 7º u 8º semana de gestación, aunque tardan otras 7 u 8 semanas en asemejarse a las de un adulto. Además, el feto deglute alrededor de 1 litro de líquido amniótico al día al final de la gestación. El contacto con el líquido amniótico garantiza la exposición a determinados compuestos volátiles de la dieta. El sistema olfativo, por su parte, está bien desarrollado antes del nacimiento. El líquido amniótico puede reflejar olores de alimentos ingeridos por la madre embarazada. Por lo tanto, la exposición a un sabor específico puede ayudar a la familiarización con el mismo y aumentar la aceptación.




Hasta los 4 meses


Los recién nacidos suelen mostrar preferencia por lo sabores dulces y rechazar los agrios y amargos. A través de la leche materna, el recién nacido percibe sabores de los alimentos y las especias consumidas por su madre, por lo tanto, las preferencias de los niños amamantados reflejan lo que su madre consume habitualmente. De hecho, los lactantes amamantados muestran una preferencia mayor por la verduras (siempre y cuando su madre las consuma) en el primer momento de su introducción en la dieta que los alimentados con fórmula. 

Sin embargo, numerosos científicos coinciden que la leche humana como alimento exclusivo no debe prolongarse más allá del sexto mes de vida y por tanto, es necesario el inicio de la alimentación complementaria entre los 4 y los 6 meses de edad.

Hasta los 2 años


Esta época es de vital importancia, ya que los alimentos que se vayan introduciendo durante los dos primeros años de vida van a condicionar las preferencias alimentarias del niño y del adolescente. 

La alimentación complementaria es un proceso que se inicia cuando se introduce en la dieta del niño cualquier tipo de alimento no lácteo, como suplemento a la leche materna o a la fórmula adaptada, pero no la sustituye. Este proceso finalizaría cuando la alimentación del niño es similar a la de la familia.

La introducción de la alimentación complementaria debe hacerse siempre en pequeñas cantidades, realizando los cambios que sean necesarios de manera individualizada y con lentitud.  La forma habitual de llevarla a cabo es ir sustituyendo las tomas de leche, de una en una. Los intervalos entre cada nuevo alimento deben ser de, al menos, una semana. La introducción de los diferentes alimentos suele seguir un ritmo cronológico:
  • Los cereales sin gluten se introducen entre los 4 y los 5 meses, añadiendo entre 2 y 4 cacitos al biberón del niño. Entre los 5 y los 6 meses se puede dar una papilla entera. Por su parte, los productos que contengan gluten se debe ir introduciendo poco a poco y a partir del 6º mes, mientras el bebé está siendo amamantado.
  • A partir del 5º mes se puede empezar con el zumo de naranja y cada día, ir añadiendo a la papilla de frutas una nueva fruta. Durante el primer año es recomendable evitar las fresas y los kiwis. No se debe añadir ni azúcar ni miel. También a partir del 5º mes se le van introduciendo las verduras, primero, a través del caldo de verduras, para continuar con la introducción de otras verduras (patata, zanahoria, calabacín, apio, judía verde ...). Se recomienda evitar las verduras de hoja larga (espinacas, acelgas, col ...)
  • A partir del 6º mes se puede introducir la carne de pollo, seguida de la carne de ternera, pavo o cordero, así como el jamón cocida. Es preferible dársela junto a la verdura. 
  • A partir del 10º mes se le puede dar pescado (primero se le da pescados blancos y a partir de 15º mes, se le va dando pescados grasos) y yema de huevo.
  • Cuando el niño cumpla el año, se le podrá dar clara de huevo y legumbres. El yogur y el queso blando se le podrá dar de manera habitual a partir de los 12 meses. 
  • A partir de los 15 meses, el niño ya podrá tomar comidas preparadas para el resto de la familia, evitando que sean grasas, picantes, saladas o muy dulces. Del mismo modo, no se aconsejan los fritos   ni tampoco ciertos derivados del cerdo, como embutidos o hamburguesas. 




La aceptación progresiva a un alimento se consigue a través de exposiciones repetidas y no consecutivas al mismo. Normalmente, se suelen producir consecuencias gastrointestinales negativas (naúseas y vómitos) hasta la la toma numero 10 o 15. Por lo tanto, no se debe desistir frente a la presencia de estas manifestaciones gastrointestinales, al contrario, se necesita constancia para que el niño acepte el nuevo alimento, eso si, en ausencia de presión.

El que el niño rechace inicialmente un alimento un alimento no quiere decir que este rechazo vaya a ser permanente, por lo que los padres han de ser persistentes en el ofrecimiento de un nuevo alimento.

Neofobia


Hacia el final del segundo año de vida, se produce la neofobia, es decir, la actitud reacia a probar nuevos alimentos. 

Cuando se produce esta actitud, puede ser positivo que el niño se familiarice con los alimentos a través de imágenes o cuentos y que participe en la compra y en la elaboración de las comidas en la medida de sus posibilidades (ayudando a remover y a decorar los alimentos, vertiendo alimento ya pesados ....).

Hábitos alimentarios


La alimentación es un proceso voluntario y consciente, por lo que es importante inducir unos buenos hábitos alimentarios desde el primer momento.

  • Antes de sentarse a comer, hay que lavarse las manos (tanto padres como hijos). 
  • Se debe sentar a los niños en una sillita y no darle el alimento mientras corretea o juega.
  • Es importante se paciente y respetar tanto su saciedad, como sus gustos. Esto no quiere decir que se le deba dar solo aquellos alimentos que le gusten, sino que se debe ser paciente y persistente para que el niño vaya aceptando poco a poco nuevos alimentos, aumentando la oferta de los mismos reiteradamente.
  • La comida no se debe utilizar ni como premio ni como castigo. No se debe chantajear al niño para que coma, así como tampoco se debe distraer con juegos. Del mismo modo, cuando el niño acaba todo el alimento, no se le debe premiar con un dulce.
  • No se debe sustituir la comida por leche o productos lácteos, ni tampoco por dulces.
  • Hay que evitar que el niño picotee entre comidas
  • Utilizar cubiertos y platos adaptados para el niño.





La alimentación en el niño mayor


La familia es la primera institución con influencia sobre los hábitos alimentarios de los niños. Los miembros de la familia deben dar ejemplo a los niños. No podemos pretender que el niño coma verduras cuando sus padres no las comen. 

La escuela constituye el segundo ámbito de educación nutricional. Los programas de educación nutricional deben enseñar unos adecuados hábitos alimentarios y en los comedores escolares, estos hábitos se deben poner en práctica.

A medida que el niño va creciendo, se ve influenciado por los amigos, la publicidad, los medios de comunicación ... que le invitan a consumir alimentos calóricos, preferentemente, y con una baja densidad nutricional. Los padres deben saber manejar esta situación, procurando que el consumo de este tipo de alimentos sea esporádico (1 vez a la semana como máximo). 

Los niños deben participar en la compra de alimentos, pero no deben ser ellos los que decidan lo que hay que comprar. Tampoco se les debe obsequiar con alimentos como premio por su buena conducta.




Por último, es importante que el niño participe en la elaboración de los alimentos, adecuando las tareas a realizar en función de la edad. Así, un niño de 3 o 4 años podrá ayudar a mezclar los ingredientes o a dar forma a una masa, un niño de 5 a 6 años puede aprender a leer una receta, a usar la batidora o a medir y pesar los alimentos y un niño de mayor de 7 años puede ayudar a la elaboración de un plato en su totalidad.


4 comentarios:

  1. Gran artículo Bea, creo que sintetiza de manera muy útil las dudas más frecuentes que se puede tener en una familia. ¡Enhorabuena!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias. Me gusta que te haya resultado interesante :)
      Un abrazo.

      Eliminar