El ácido úrico es el producto final del metabolismo de las
purinas. Las purinas (adenosina y guanosina) son componentes de los ácidos
nucléicos, por lo tanto, forman parte de absolutamente todas las células.
El ácido úrico cristaliza fácilmente. En el pH habitual de la orina (5-7) el ácido úrico se encuentra en forma de uratos, que son más solubles.
El organismo produce suficiente número de purinas como para
satisfacer sus propias necesidades. Sin embargo, en pacientes críticos (quemados, por ejemplo), parece
ser que deberían ser aportadas por la dieta y en las formulas por vía enteral.
La cantidad de purinas que se aportan a través de la dieta no aumenta la
cantidad total de purinas del organismo, ya que la mayor parte son
catabolizadas a uratos tras su absorción.
Cuando el ácido úrico se encuentra en altas concentraciones
en el organismo, se habla de hiperuricemia. Las hiperuricemias pueden dar lugar
a diferentes cuadros patológicos, de estos, el más prevalente es la gota. En
esta enfermedad, el ácido úrico se encuentra en altas concentraciones en el
organismo, lo que conduce a su precipitación en diferentes tejidos. Si
precipita en las articulaciones, provoca artritis. Puede favorecer también el
desarrollo de nefropatías asociadas y la formación de cálculos renales.
Se considera que el nivel de ácido úrico seguro es inferior
a 6 mg/dl en sangre.
El aumento de los niveles sanguíneos de ácido úrico está
condicionado por varias cosas. Se han descrito factores genéticos que aumentan
la oferta catabólica de purinas o que disminuyen la aclaración de uratos. Un
aclaramiento reducido de uratos se puede dar en situaciones de insuficiencia
renal, hipertensión arterial, frente al uso de algunos fármacos o asociado a la
producción de ciertos metabolitos ( ácido láctico, cuerpos cetónicos) y
hormonas (angiotensina y vasopresina). Por otro lado, la oferta catabólica de
purinas también se ve aumentada por la obesidad, el consumo de alcohol, el
ejercicio físico exagerado, la ingesta elevada de purinas, la quimioterapia
antineoplásica…
Se ha
visto que la hiperuricemia constituye un signo de resistencia insulínica
asociada a la obesidad. La reducción de peso en estos pacientes se asocia a una
disminución en los niveles de ácido úrico sanguíneo. Así mismo, se ha señalado que el incremento
de ácido úrico plasmático constituye un factor de riesgo cardiovascular.
DIETA PARA LA HIPERURICEMIA
La dieta pobre en purinas disminuye
ligeramente las concentraciones de ácido úrico en sangre. Es importante
considerar la reducción de peso (en el caso de sobrepeso u obesidad) y la reducción en el consumo de alcohol.
Si los niveles de ácido úrico en
sangre se sitúan por encima de 9 mg/dl es necesario el uso de fármacos que
inhiben el catabolismo de las purinas. A pesar de ello, el tratamiento
farmacológico debe complementarse con un tratamiento dietético. Durante las
crisis de gotas debe utilizarse una dieta que elimine la mayor cantidad de
fuentes de purinas. Superada la crisis, se retomará una dieta equilibrada.
Las purinas se encuentran en las
vísceras animales, algunos pescados como anchoas, sardinas o arenques, en los
extractos de carne, las conservas de marisco (especialmente las de mejillones)
y algunas carnes (costilla de vacuno y cordero).
Por otro lado, hay alimentos que
apenas presentan purinas o lo hacen en una cantidad despreciable, como son el arroz,
los cereales de desayuno, las frutas y verduras (excepto las espinacas,
espárragos, acelgas, champiñón, coliflor y setas y hongos), la leche y sus
derivados (excepto los quesos maduros), el huevo, aceites y miel.
Además, aquellas personas con niveles
altos de ácido úrico, además de adecuar las calorías ingeridas a sus
necesidades, disminuir el consumo de alimentos ricos en purinas y de alcohol,
deberían evitar periodos de ayuno prolongado y beber abundante agua.
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