Muchos padres se quejan ante la negativa de sus hijos a comer. ¿Cuántas veces habremos oído o dicho, depende de la situación en la cual nos encontremos, la famosa frase "no me come"?
Este es un problema común, aunque no por ello, inevitable o intratable.
¿Por qué el niño no quiere comer?
En primer lugar, debemos conocer las causas que conducen al problema.
Se denomina anorexia a la negativa a comer que abarca tanto la pérdida del apetito como el rechazo alimentario.
Antes de continuar, quisiera aclarar que apetito y hambre no es lo mismo.
- El hambre es la necesidad fisiológica de comer. Nuestro cuerpo, mediante una serie de estímulos, nos indica que debemos ingerir algún tipo de alimento. La mucosa gástrica envía una serie de señales al tronco encefálico, el cuál, como respuesta, provoca hiperperistaltismo intestinal (coloquialmente conocido como rugido de tripas). Este peristaltismo exagerado solo cesará en el momento en que lleguen alimentos al duodeno y liberen sustancias que detengan las contracciones gástricas.
- El apetito, por su parte, es el deseo de comer determinados alimentos. En el apetito intervienen factores culturales, fisiológicos y psicológicos.
Las causas de la anorexia en niños se dividen en dos grupos:
- Causas orgánicas que provocan la denominada anorexia orgánica. Los niños que la padecen suelen rechazar cualquier alimento. Esta se produce como consecuencia de diferentes procesos, como los que se indican a continuación:
- Enfermedades cardiopulmonares e inflamatorias crónicas.
- Las infecciones, en el caso de que estas sean agudas (duren poco tiempo) provocaran una anorexia transitoria, pero si las infecciones son crónicas, la anorexia será permanente.
- Las enfermedades intestinales que suelen acarrear diarrea.
- Fármacos como el topiramato (antiepiléptico) y el metilfenidato (utilizado con frecuencia en el tratamiento del Síndrome por Déficit de Atención e Hiperactividad).
- Déficits nutricionales como la ferropenia (falta de hierro) o el déficit de zinc.
- Si las causas no son orgánicas, diremos que la anorexia es conductual. Esta es la más frecuente en los niños de los países desarrollados. Los niños que presentan anorexia conductual suelen mostrar dos tipos de comportamiento bastante habituales que hacen que los designemos como:
- Niños malcomedores: son aquellos que solo ingieren un número muy reducido de alimentos, se niegan a probar nuevos alimentos y muestran preferencia a un número muy reducido de comidas.
- Comedores monótonos: estos niños se caracterizan por mostrar predilección por un determinado alimento una temporada y al cabo de un tiempo, dejar de mostrar preferencia por ese alimento para darle prioridad a otro durante otra temporada.
La anorexia conductual suele ser provocada por:
- Una ansiedad excesiva de los padres en relación con el peso de sus hijos.
- Las presiones de los padres hacia sus hijos para que coman tras un proceso de anorexia secundaria derivado de un proceso infeccioso.
- La falta de coordinación en la educación del niño entre los padres y los abuelos, fundamentalmente.
- La presencia de estrés en el seno familiar.
Falta de medro o desmedro
Cualquiera que sea la causa de la anorexia puede conducir a la falta de medro o desmedro. Este término hace referencia a los niños lactantes y menores de tres años que cumplen estas características:
- Su incremento de peso ha sido inferior a dos desviaciones estándar durante un periodo de tiempo de dos o más meses (para lactantes menores de 6 meses) y tres o más meses para los niños mayores de 6 meses.
- La relación entre el peso y la talla del niño se encuentra por debajo del percentil 3.
Cualquier proceso que limite la ingestión de alimentos, aumente las necesidades energéticas del niño o genere malabsorción producirá desmedro que, en el peor de los casos, conducirá a un estado de malnutrición.
¿Cómo podemos saber si un niño presenta anorexia o desmedro?
Si nosotros detectamos que nuestro hijo presenta alguna de las características que hemos comentado antes, debemos contactar con un profesional sanitario, en un principio, su médico de familia o su pediatra que, con la ayuda de una dietista nutricionista, deberá llevar a cabo una serie de pasos para conocer cuál es el estado nutricional del niño:
- Evaluar la ingesta dietética del niño a través de un recuerdo de 24 horas y un registro de 3 días.
- Conocer la actitud del niño frente a las comidas para saber si se trata de una anorexia conductual.
- Determinar la presencia de regurgitaciones o vómitos frecuentes, el número y las características de las deposiciones, determinar la existencia de una posible infección.
- Averiguar los antecedentes familiares.
- Determinar el peso, la talla y el perímetro encefálico del niño para valorar su situación nutricional y su velocidad de crecimiento. Algunos signos clásicos de malnutrición son la disminución de la masa muscular y la pérdida de la elasticidad de la piel y del panículo adiposo subcutáneo.
¿Qué podemos hacer ante la presencia de una anorexia conductual?
Como he comentado al principio, la anorexia conductual sin desmedro es la más frecuente en países desarrollados. En su tratamiento se deben abordar varios aspectos:
- Tratamiento dietético. Los padres deben aprender cuáles son las características de una dieta equilibrada. Para conseguir que los niños tengan una alimentación variada, se debe educar a los padres para que aprendan a preparar platos apetitosos.En una de las entradas anteriores os exponía unos cuantos trucos para lograr este objetivo, es decir, que la alimentación de nuestros niños sea sana y divertida.
- Tratamiento conductual. Se debe mostrar a los padres una serie de comportamientos que deben seguir para conseguir que el niño coma en un ambiente relajado. Es importante que los niños se relacionen con su familia a la hora de comer o con sus compañeros de colegio.
- Tratamiento de las deficiencias nutricionales secundarias. Si tras una analítica sanguínea se detecta algún déficit nutricional, este debe ser corregido mediante suplementos. El déficit más común suele ser el de hierro.
¿Cómo podemos evitar la anorexia conductual?
En uno de los artículos anteriores (La adquisición de buenos hábitos alimentarios, del útero a la mesa) os decía que la preferencia por un determinado sabor o sabores comienza a establecerse mientras el niño se encuentra en el útero materno. Durante la lactancia, los niños aprenden a apreciar nuevos sabores, derivados de los alimentos que ingiere su madre, lo cual podría justificar porque los niños alimentados a pecho aceptan nuevos sabores más fácilmente.
A la vez que el niño va creciendo su psicomotricidad y con ella, su autonomía alimentaria, se va incrementando. Mientras que un niño de 4 meses posee bastante habilidad con las manos, un niño de 9 meses puede comer determinados alimentos el solo, como un trozo de pan, y a los 18 meses el niño es capaz de comer solo.
Si los padres no respetan ese desarrollo psicomotor o cuando la introducción de la alimentación complementaria no se lleva a cabo correctamente, se pueden cometer una serie de errores que acabaran provocando trastornos de la conducta alimentaria. Algunos de estos errores que se deben evitar son:
- Permitir que el niño elija lo que quiere comer.
- Obligar o amenazar al niño para que coma.
- Distraerlo con juguetes, dibujos animados ...
- Chantajear ("si te acabas todo el puré te compro un juguete") o persuadir al niño ("sino comes el pescado no vas a crecer").
- Dejar que el niño "picotee" o coma entre horas.
Por el contrario, hay una serie de conductas que debemos llevar a cabo para prevenir que el niños desarrolle algún tipo de alteración del apetito:
- Establecer unos buenos hábitos alimentarios (ya os hablé de ello anteriormente).
- Respetar el menor apetito de los niños ya sea debido a la edad (los niños de 18 a 24 meses presentan un menor apetito debido a que sus requerimientos energéticos para el crecimiento han disminuido) o como consecuencia de alguna enfermedad transitoria.
Hay que entender que no todos los niños tienen el mismo apetito y que obligar a comer a un niño poco comedor genera justamente el efecto contrario.
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