julio 29, 2012

Frutas de verano: grandes dosis de salud


En verano, podemos disfrutar de una amplia gama de frutas frescas. Las frutas típicas de la estación estival son ricas en agua, por lo que su valor calórico suele ser muy bajo, presentan un contenido bajo en azúcares y un contenido modesto en fibra, vitaminas, minerales y antioxidantes. Sin embargo, las diferencias que existen entre ellas les otorgan unas cualidades que las hacen más o menos idóneas para determinadas situaciones.




Albaricoque


Al igual que el resto de frutas de verano, debido a su alto contenido en agua y a su modesto aporte de hidratos de carbono, el albaricoque tiene un bajo valor calórico; una unidad mediana (50 gramos) aporta 19 kcal.

El albaricoque es rico en potasio.

Su color anaranjado se deba a la presencia de beta-caroteno (provitamina A) que, junto con su contenido en vitamina E, hace que esta fruta aporte un gran número de antioxidantes, beneficiosos en la prevención de enfermedades degenerativas, cardiovasculares y cáncer.

Los albaricoques frescos maduros son ricos en taninos. Los taninos son compuestos fenólicos que, en altas concentraciones, pueden limitar la absorción de algunos nutrientes como las proteínas y el hierro. Sin embargo, estos compuestos presentan numerosos efectos beneficiosos debido a sus propiedades astringentes y antiinflamatorias, por lo que resultan muy eficaces en el tratamiento de la diarrea y de las hemorroides, además, gracias a la vasoconstricción que producen, ayudan a la coagulación de la sangre. Los taninos tienen una potente acción antioxidante.



Cereza 


Una ración (150 gramos) de cerezas aporta 80 kcal.

Aunque las cerezas han estado desterradas durante muchos años de la dieta de las personas diabéticas, actualmente se sabe que la cantidad de azúcares que aportan es similar a la de otras frutas.
Las cerezas son una de las frutas que más potasio aportan, además de un gran número de antioxidantes, ácido fólico.

Además, las cerezas contienen melatonina, triptófano y serotonina. La melatonina forma parte del sistema de sustancias que regulan el ciclo circadiano, su producción por parte del organismo está estimulada por la oscuridad. La serotonina es necesaria para elaborar melatonina y el triptófano, para elaborar serotonina. Todas estas sustancias, por tanto, están relacionadas entre sí y favorecen la conciliación del sueño.



Ciruela


Estas frutas presentan un alto contenido en agua.

Entre los hidratos de carbono que forman parte de las ciruelas destaca el sorbitol, que tiene una leve acción laxante, la cual se ve favorecida por el contenido en fibra de esta fruta.

Las ciruelas son ricas en potasio.

Aunque el aporte vitamínico de las ciruelas no es demasiado relevante, destaca su contenido moderado en provitamina A y vitamina E.

Las ciruelas se caracterizan por contener antocianos y ácido málico. Los efectos terapéuticos de los antocianos están relacionados con su acción antioxidante





Frutas rojas


Dentro del grupo de frutas rojas o frutas del bosque se encuentran los arándanos, las endrinas, las frambuesas, las fresas, las  grosellas y las moras.

En general, son alimentos poco calóricos debido a su alto contenido en agua y su moderado contenido en hidratos de carbono.

Su contenido en fibra es muy elevado, lo que hace que sean las frutas más laxantes.

En general, son frutas ricas en vitamina C, que tiene acción antioxidante. Además, esta vitamina interviene en la formación de colágeno, huesos y dientes, glóbulos rojos e interviene en la absorción de hierro, favoreciéndola.

Las antocianinas son los pigmentos que les confieren un color rojo azulado. Las antocianinas son un tipo de flavonoides, cuya ingesta elevada se relaciona con un bajo riesgo de hipertensión arterial. Además, los flavonoides son compuestos antioxidantes y antiinflamatorios.



Higo


Aunque poseen una gran cantidad de agua, los higos son ricos en hidratos de carbono, por lo que, a diferencia de otras frutas de verano, su valor calórico es más elevado; una unidad (40 gramos) aporta 23,4 kcal.

Destaca su riqueza en fibra, que mejora el tránsito intestinal.

El higo presenta una cantidad elevada de potasio, magnesio y calcio, aunque la biodisponibilidad de este último es baja. También contiene provitamina A.




Melocotón



Es una fruta con un contenido calórico muy bajo; una unidad mediana (200 gramos) aporta 67,6 kcal.

Destaca su contenido en fibra, que contribuye a mantener un adecuado tránsito intestinal, contribuye a reducir las tasas de colesterol sanguíneo y favorece el control de la glucemia en las personas diabéticas.
En su composición mineral, sobresale su alto contenido en potasio, que resulta muy beneficioso para aquellas personas con hipertensión arterial.

Presenta elevados niveles de beta-caroteno (provitamina A) que se transforma en vitamina A en el organismo. La vitamina A es necesaria para mantener en buen estado la visión, el estado de la piel, el cabello, las mucosas, los huesos y el sistema inmunológico. Gracias a su potente acción antioxidante, contribuye a reducir el riesgo de enfermedades degenerativas, cardiovasculares y cáncer. Además, los antioxidantes limitan la acción nociva de los radicales libres sobre las células de la piel provocados por los rayos ultravioleta del sol.


Melón


Un 80% de la composición del melón es agua. El 20% restante está formado por carbohidratos, lo que hace que su composición calórica sea baja, así, una ración (300 gramos) aporta 47,5 kcal.

Destaca su contenido en potasio y es una fuente maravillosa de betacaroteno.

Además, el melón presenta cantidades importantes de vitamina C, por lo que su acción antioxidante está incrementada.

El melón cantalupo presenta un alto contenido en ácido fólico. Esta vitamina es especialmente importante para aquellas mujeres que deseen quedarse embarazadas. La deficencia de ácido fólico durante el primer trimestre del embarazo se asocia a un mayor riesgo de abortos, incremento de anemia megaloblástica en la gestante, defectos en el tubo neural del recién nacido y bajo peso en los recién nacidos prematuros.



Sandía


La sandía es la fruta que mayor contenido en agua presenta (93%) por lo que su valor calórico es muy bajo; una ración de sandía (300 gramos) aporta 30 kcal.

Su contenido en vitaminas y minerales es poco relevante, aunque destaca su contenido en potasio y magnesio, las cantidades de estos minerales se sitúan por debajo de las que presentan otras frutas.

La sandía contiene licopeno, que es el responsable de su color rojo y un carotenoide con un alto poder antioxidante.

La sandía es una fuente de citrulina biodisponible. La citrulina es un precursor de la arginina, aminoácido que forma parte de las proteínas y es fundamental en la formación de otras moléculas, como el óxido nítrico, un factor vasodilatador, antiaterogénco y antitrombótico. Debido a la capacidad que tiene la citrulina de producir un relajamiento de los vasos capilares y a su capacidad para dar lugar a arginina, el consumo de sandía puede tener implicaciones importantes en la prevención y tratamiento de enfermedades cerebrovasculares, cardiovasculares y en el síndrome metabólico.



Foto: http://whatshouldieatforbreakfasttoday.tumblr.com/

julio 03, 2012

La adquisición de buenos hábitos alimentarios: del útero a la mesa


Una de las principales preocupaciones de los padres es que sus hijos se alimenten bien, aunque quizás no les preocupa tanto el como sino el cuanto, es decir, que consuman una adecuada cantidad de alimentos (incluso a veces por encima de sus necesidades) aunque estos alimentos no conformen el perfil de una dieta equilibrada.
La alimentación de los niños genera numerosos quebraderos de cabeza a sus progenitores. Es importante tener en cuanta que, desde antes de nacer, se está predisponiendo al niño al consumo de determinados alimentos, por eso, para evitar problemas entorno a la alimentación, hay que prestar atención a la misma desde la etapa del embarazo. 

Periodo prenatal


La percepción de un sabor se produce a través de los numerosos estímulos que un alimento produce en las cavidades oral y nasal. En cuanto a la cavidad oral, hay que tener en cuenta que las papilas gustativas aparecen entorno a la 7º u 8º semana de gestación, aunque tardan otras 7 u 8 semanas en asemejarse a las de un adulto. Además, el feto deglute alrededor de 1 litro de líquido amniótico al día al final de la gestación. El contacto con el líquido amniótico garantiza la exposición a determinados compuestos volátiles de la dieta. El sistema olfativo, por su parte, está bien desarrollado antes del nacimiento. El líquido amniótico puede reflejar olores de alimentos ingeridos por la madre embarazada. Por lo tanto, la exposición a un sabor específico puede ayudar a la familiarización con el mismo y aumentar la aceptación.




Hasta los 4 meses


Los recién nacidos suelen mostrar preferencia por lo sabores dulces y rechazar los agrios y amargos. A través de la leche materna, el recién nacido percibe sabores de los alimentos y las especias consumidas por su madre, por lo tanto, las preferencias de los niños amamantados reflejan lo que su madre consume habitualmente. De hecho, los lactantes amamantados muestran una preferencia mayor por la verduras (siempre y cuando su madre las consuma) en el primer momento de su introducción en la dieta que los alimentados con fórmula. 

Sin embargo, numerosos científicos coinciden que la leche humana como alimento exclusivo no debe prolongarse más allá del sexto mes de vida y por tanto, es necesario el inicio de la alimentación complementaria entre los 4 y los 6 meses de edad.

Hasta los 2 años


Esta época es de vital importancia, ya que los alimentos que se vayan introduciendo durante los dos primeros años de vida van a condicionar las preferencias alimentarias del niño y del adolescente. 

La alimentación complementaria es un proceso que se inicia cuando se introduce en la dieta del niño cualquier tipo de alimento no lácteo, como suplemento a la leche materna o a la fórmula adaptada, pero no la sustituye. Este proceso finalizaría cuando la alimentación del niño es similar a la de la familia.

La introducción de la alimentación complementaria debe hacerse siempre en pequeñas cantidades, realizando los cambios que sean necesarios de manera individualizada y con lentitud.  La forma habitual de llevarla a cabo es ir sustituyendo las tomas de leche, de una en una. Los intervalos entre cada nuevo alimento deben ser de, al menos, una semana. La introducción de los diferentes alimentos suele seguir un ritmo cronológico:
  • Los cereales sin gluten se introducen entre los 4 y los 5 meses, añadiendo entre 2 y 4 cacitos al biberón del niño. Entre los 5 y los 6 meses se puede dar una papilla entera. Por su parte, los productos que contengan gluten se debe ir introduciendo poco a poco y a partir del 6º mes, mientras el bebé está siendo amamantado.
  • A partir del 5º mes se puede empezar con el zumo de naranja y cada día, ir añadiendo a la papilla de frutas una nueva fruta. Durante el primer año es recomendable evitar las fresas y los kiwis. No se debe añadir ni azúcar ni miel. También a partir del 5º mes se le van introduciendo las verduras, primero, a través del caldo de verduras, para continuar con la introducción de otras verduras (patata, zanahoria, calabacín, apio, judía verde ...). Se recomienda evitar las verduras de hoja larga (espinacas, acelgas, col ...)
  • A partir del 6º mes se puede introducir la carne de pollo, seguida de la carne de ternera, pavo o cordero, así como el jamón cocida. Es preferible dársela junto a la verdura. 
  • A partir del 10º mes se le puede dar pescado (primero se le da pescados blancos y a partir de 15º mes, se le va dando pescados grasos) y yema de huevo.
  • Cuando el niño cumpla el año, se le podrá dar clara de huevo y legumbres. El yogur y el queso blando se le podrá dar de manera habitual a partir de los 12 meses. 
  • A partir de los 15 meses, el niño ya podrá tomar comidas preparadas para el resto de la familia, evitando que sean grasas, picantes, saladas o muy dulces. Del mismo modo, no se aconsejan los fritos   ni tampoco ciertos derivados del cerdo, como embutidos o hamburguesas. 




La aceptación progresiva a un alimento se consigue a través de exposiciones repetidas y no consecutivas al mismo. Normalmente, se suelen producir consecuencias gastrointestinales negativas (naúseas y vómitos) hasta la la toma numero 10 o 15. Por lo tanto, no se debe desistir frente a la presencia de estas manifestaciones gastrointestinales, al contrario, se necesita constancia para que el niño acepte el nuevo alimento, eso si, en ausencia de presión.

El que el niño rechace inicialmente un alimento un alimento no quiere decir que este rechazo vaya a ser permanente, por lo que los padres han de ser persistentes en el ofrecimiento de un nuevo alimento.

Neofobia


Hacia el final del segundo año de vida, se produce la neofobia, es decir, la actitud reacia a probar nuevos alimentos. 

Cuando se produce esta actitud, puede ser positivo que el niño se familiarice con los alimentos a través de imágenes o cuentos y que participe en la compra y en la elaboración de las comidas en la medida de sus posibilidades (ayudando a remover y a decorar los alimentos, vertiendo alimento ya pesados ....).

Hábitos alimentarios


La alimentación es un proceso voluntario y consciente, por lo que es importante inducir unos buenos hábitos alimentarios desde el primer momento.

  • Antes de sentarse a comer, hay que lavarse las manos (tanto padres como hijos). 
  • Se debe sentar a los niños en una sillita y no darle el alimento mientras corretea o juega.
  • Es importante se paciente y respetar tanto su saciedad, como sus gustos. Esto no quiere decir que se le deba dar solo aquellos alimentos que le gusten, sino que se debe ser paciente y persistente para que el niño vaya aceptando poco a poco nuevos alimentos, aumentando la oferta de los mismos reiteradamente.
  • La comida no se debe utilizar ni como premio ni como castigo. No se debe chantajear al niño para que coma, así como tampoco se debe distraer con juegos. Del mismo modo, cuando el niño acaba todo el alimento, no se le debe premiar con un dulce.
  • No se debe sustituir la comida por leche o productos lácteos, ni tampoco por dulces.
  • Hay que evitar que el niño picotee entre comidas
  • Utilizar cubiertos y platos adaptados para el niño.





La alimentación en el niño mayor


La familia es la primera institución con influencia sobre los hábitos alimentarios de los niños. Los miembros de la familia deben dar ejemplo a los niños. No podemos pretender que el niño coma verduras cuando sus padres no las comen. 

La escuela constituye el segundo ámbito de educación nutricional. Los programas de educación nutricional deben enseñar unos adecuados hábitos alimentarios y en los comedores escolares, estos hábitos se deben poner en práctica.

A medida que el niño va creciendo, se ve influenciado por los amigos, la publicidad, los medios de comunicación ... que le invitan a consumir alimentos calóricos, preferentemente, y con una baja densidad nutricional. Los padres deben saber manejar esta situación, procurando que el consumo de este tipo de alimentos sea esporádico (1 vez a la semana como máximo). 

Los niños deben participar en la compra de alimentos, pero no deben ser ellos los que decidan lo que hay que comprar. Tampoco se les debe obsequiar con alimentos como premio por su buena conducta.




Por último, es importante que el niño participe en la elaboración de los alimentos, adecuando las tareas a realizar en función de la edad. Así, un niño de 3 o 4 años podrá ayudar a mezclar los ingredientes o a dar forma a una masa, un niño de 5 a 6 años puede aprender a leer una receta, a usar la batidora o a medir y pesar los alimentos y un niño de mayor de 7 años puede ayudar a la elaboración de un plato en su totalidad.


junio 05, 2012

Obesidad y problemas de salud mental


La obesidad, como todos sabemos, es un grave problema de salud en los países occidentales. Numerosos estudios han observado que los trastornos mentales están incrementados en la población obesa respecto a los sujetos con un peso dentro del rango de la normalidadEstos estudios han evaluado la asociación entre obesidad y trastornos psicológicos, con el objetivo de conocer si la obesidad es una consecuencia de un trastorno psicológico o si favorece la aparición del mismo o se da de manera simultánea.

El número de niños y adolescentes obesos ha ido en aumento en los últimos años y parece que esta tendencia no va a cambiar.  El exceso de adiposidad en niños continúa a través de la edad adulta y genera numerosos problemas de salud. Los niveles de problemas mentales en niños también están elevados y permanecen incrementándose, al igual que la obesidad. La obesidad y  los problemas mentales han sido identificados como la principal causa de discapacidad con repercusiones económicas en los adultos.




La obesidad como causa de un problema de salud mental



Parece claro que aquellas personas con obesidad tienen un riesgo superior de padecer depresión que las personas con un peso normal, sin embargo, el papel de la obesidad como factor de riesgo para el desarrollo de otros problemas mentales, como la ansiedad, no está claro, ya que los resultados de los estudios son muy distintos. 

Las mujeres obesas presentan un mayor número de síntomas relacionados con los problemas mentales. Esto se pude justificar de diferentes maneras, por ejemplo, se sabe que las mujeres parecen estar más preocupadas por la obesidad que los hombres. Aunque la prevalencia de obesidad es similar en ambos sexos, las mujeres presentan mayor predisposición a someterse a tratamientos para tratar esta patología. Además, las mujeres se ven sometidas a mayor presión en relación con su figura corporal y experimentan una mayor insatisfacción, lo cual puede contribuir a una ingesta superior de alimentos en función de su estado de ánimo o que fracasen en el seguimiento de dietas hipocalóricas. Se sabe también que las mujeres son más propensas a sufrir trastorno por atracón acompañado de un comportamiento compensatorio.




Del mismo modo, aquellas personas con niveles socioeconómicos más elevados que padecen obesidad muestran más síntomas de depresión que aquellos con menores ingresos

Por último, en los niños, parece existir un efecto umbral de la obesidad en relación con los trastornos mentales, ya que aquellos niños cuyo IMC se encuentra en un percentil 97 o superior, muestran un aumento significativo de los problemas emocionales. 

El que la obesidad actúa como factor de riesgo en el desarrollo de un problema mental parece estar bien justificado. Las personas obesas, al internalizar negativamente su imagen corporal y fracasar en los programas de pérdida de peso, presentan un mayor riesgo a sufrir problemas de salud mental. Factores biológicos, como una disfunción en el eje hipotalámico – hipofisario - adrenal, podría fortalecer la unión entre obesidad y depresión. En los niños, la obesidad parece estar asociada con un riesgo clínico significativo de sufrir problemas de adaptación psicológica.

La obesidad como consecuencia de un problema de salud mental



Más nítido aún parece el efecto que ejercen los trastornos mentales sobre la obesidad. Este efecto parece afectar más a aquellas personas de raza blanca que a los sujetos de raza negra. Se han creado algunas hipótesis entorno a esta relación causa-efecto.

Una de estas hipótesis se basa en la relación entre los trastornos mentales y los trastornos alimentarios, ya que estos últimos son frecuentes en personas que padecen problemas mentales. Los trastornos alimentarios, tanto por una ingesta excesiva como deficiente, podrían influir en futuros cambios en el tejido adiposo. 

Además, se ha visto que el ejercicio físico mejora los síntomas de depresión en personas que la padecen, pero la inactividad física, que es frecuente en personas con trastornos mentales, favorece la aparición y el desarrollo de la obesidad.




También se cree que el estrés, que es común en la depresión, está unido con disbalances endocrinos y metabólicos que promueven almacenamiento de grasa. Esto explicaría porque existe más evidencia en la asociación entre síntomas de depresión iniciales y cambios en la circunferencia de la cintura, una medida de la adiposidad central, que entre síntomas de depresión inicial y cambios en el IMC, una medida de la adiposidad general. 

Por último, el efecto de los fármacos usados en el tratamiento de los trastornos mentales es dispar. Si bien se cree que la mayor parte de ellos favorecen una ganancia de peso, solo los antidepresivos y los antipsicóticos han presentado este efecto.

La presencia de obesidad y trastornos mentales de manera simultánea



Los estudios transversales, en los que no se evalúa cual es la variable causa y cual la variable efecto en la relación entre obesidad y los trastornos mentales, han mostrado claramente que la obesidad está muy relacionada con la depresión, la ansiedad y otros trastornos mentales como la distimia, los trastornos maniacos y los trastornos de la personalidad. Incluso, se ha visto que existe relación entre la ansiedad y el sobrepeso. 


Sería recomendable que en estudios futuros se llevase a cabo una valoración de estado nutricional más exhaustiva (no clasificar únicamente a los sujetos en función de su IMC) y se analizase la ingesta de los sujetos para conocer de qué manera un trastorno mental está relacionado con un trastorno alimentario y si los sujetos con depresión o ansiedad consumen una mayor cantidad de alimentos. 
Así mismo, sería aconsejable que se recogiesen datos acerca de la dosis y la pauta de medicación de los sujetos.




Por último, sería bueno analizar más detalladamente y confirmar que mecanismos provocan que los trastornos mentales causen obesidad y viceversa.


Los datos de estos estudios deberían ser tenidos en cuenta en el tratamiento tanto de la obesidad como de los problemas de salud mental
Por un lado, se debería controlar la dieta y la realización de actividad física en aquellas personas que padecen trastornos mentales, promoviendo hábitos de vida saludables. 
Si estas personas están siendo medicadas, ya que la medicación en un pilar básico en el tratamiento de estas enfermedades y no se puede suprimir, se debería controlar la ganancia de peso y recomendar una serie de pautas dietéticas para evitar la presencia de sobrepeso y obesidad
Así mismo, es necesario el aporte a los profesionales de la salud de guías clínicas más detalladas que permitan detectar y prevenir problemas de salud mental en personas obesas.


mayo 19, 2012

La obesidad como trastorno de la conducta alimentaria



Determinados Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) pueden conducir hacia el desarrollo de la obesidad. Aunque la bulimia nerviosa en su subtipo no purgativo está considerada un Trastorno de la Conducta Alimentaria Obesiógeno, no es muy frecuente.
 Recordemos que la bulimia nerviosa se caracteriza por episodios recurrentes de atracones (consumir una elevada cantidad de alimentos en muy poco tiempo con una pérdida del control sobre el acto de comer) seguidos por actos compensatorios purgativos (toma de laxantes y/o diuréticos, provocación del vómito) o no purgativos (ayuno, práctica excesiva de ejercicio físico). Estos episodios de atracones y actos compensatorios para evitar ganar peso se deben llevar a cabo con frecuencia (2 o más veces a la semana durante al menos 3 meses) para catalogar al paciente como bulímico.





En cambio, hay dos Trastornos de la Conducta Alimentaria que están directamente relacionados con el desarrollo de la obesidad; el trastorno por atracón y el síndrome del comedor nocturno.

El trastorno por atracón (binge eating)


Se caracteriza por episodios recurrentes de atracones asociados a pérdida de control sobre el acto de comer y ausencia de un mecanismo purgativo o ejercicio físico posterior. Sin embargo, este tipo de pacientes, al igual que ocurre con los bulímicos, presentan una gran preocupación por el peso corporal y su silueta, por eso, es frecuente que estas dos patologías se confundan. Otra característica que diferencia a los pacientes con bulimia de aquellos que presentan trastorno por atracón es que estos últimos suelen comer en exceso de manera habitual, mientras que aquellas personas que padecen bulimia, tras el atracón, llevan a cabo una restricción calórica grave.

Se ha visto que este trastorno afecta por igual al hombre y a la mujer y no hay diferencias debidas al nivel socioeconómico.

Existía una teoría que apoyaba la idea de que seguir una dieta hipocalórica conduce al trastorno por atracón.  Sin embargo, en el año 2000 esta hipótesis es rechazada por National Task Force Prevention Treatment Obesity, al carecer de datos empíricos en los estudios que apoyen esa asociación. El trastorno por atracón precede al diagnóstico de la obesidad.




El tratamiento de este trastorno se lleva a cabo a través de diferentes frentes:
  •  Psicoterapia: aunque es muy efectiva, es frecuente que los pacientes, una vez la abandonan, vuelvan a recaer.
  •  Farmacoterapia: presenta el mismo inconveniente que la psicoterapia.
  • Programas de reducción de peso: que han arrojado resultados favorables sobre el trastorno por atracón.

Pese a que, gracias a estos tratamientos la mayoría de los pacientes mejora, no se produce una reducción significativa del peso.

La cirugía bariátrica en estos pacientes, a diferencia de lo que ocurre en bulímico, no esta contraindicada, es más, puede servir como tratamiento para curar el trastorno por atracón.

Síndrome del comedor nocturno (night eating sindrome)


Este síndrome es una combinación de un trastorno de la conducta alimentaria junto con un trastorno del sueño.  Los pacientes se caracterizan por una pérdida del apetito durante el día, mientras que por la noche presentan una marcada hiperfagia. Además, suelen padecer insomnio y depresión.
Es muy poco frecuente en la población general, es más habitual en obesos.
Los pacientes afectados con el síndrome del comedor nocturno duermen poco y se despiertan a menudo. Es en estos despertares cuando estos pacientes “aprovechan” para comer. Estas tomas suelen rondar las 300 kcal y presentan un contenido muy elevado de hidratos de carbono.




En un estudio realizado en 1999 por Birkevedt et al, se observó que los ritmos circadianos de estos pacientes estaban alterados debido a una alteración neurohormonal en la que estan implicadas tres hormonas:
  • Melatonina: es una hormona que forma parte de sistema de señales que regulan el ritmo circadiano. La melotonina es sintetizada a partir de la serotonina. La glándula pineal es la  encargada de la producción de melatonina y ésta producción está inhibida por la luz y es estimilada por la oscuridad, por eso, la secreción de melatonina alcanza su pico máximo en mitad de la noche.  En los humanos, la síntesis de esta hormona es constante, pero disminuye abruptamente entorno a los 30 años de edad.  Se ha visto recientemente que la melatonina tiene, entre otras funciones, la de disminuir la oxidación, por eso, los déficits de esta hormona se acompañan de insomnio y depresión. Algunos alimentos tienen compuestos precursores de la melatonina: avena, cerezas, maíz, vino tinto, tomates, patatas, nueces, arroz.  En los sujetos que padecen el síndrome del comedor nocturno, los niveles de melatonina durante la noche son muy bajos.
  • Leptina: es una hormona producida por los adipocitos, aunque también se expresa en el hipotálamo, el ovario y la placenta. La leptina tiene como función principal regular el apetito. Los sujetos con síndrome de comedor nocturno tienen unos niveles de leptina disminuidos durante la noche, con lo cual, presentan una menor saciedad nocturna que les predispone a la ingesta de alimentos.
  • Cortisol: es una hormona producida por la glándula suprarrenal que se libera como respuesta al estrés y a un nivel bajo de glucocorticoides en sangre. Tiene como funciones estimular la gluconeogénesis (síntesis de glucosa a partir de sustratos no glucídicos), suprimir el sistema inmunológico y ayudar al metabolismo de las grasas, proteínas e hidratos de carbono. También disminuye la formación ósea.  En sujetos normales, los niveles de cortisol se presentan altos por las mañanas y bajos unos 3-5 horas después de la aparición del sueño.  Los pacientes con síndrome del comedor nocturno presentan unos niveles de cortisol elevados durante la noche.



Se ha visto que la farmacoterapia es el tratamiento más prometedor para tratar a estos sujetos. La sertralina (antidepresivo perteneciente al grupo de los Inhibidores Selectivos de Recaptación de Serotonita - ISRS) ha demostrado una gran capacidad de remisión de los casos, favoreciendo la pérdida de peso.


abril 22, 2012

Una compra inteligente garantiza una alimentación saludable


El primer paso hacia una adecuada alimentación y, por tanto, nutrición, se produce con la elección y la compra de los alimentos. Por lógica, aquellos alimentos que no se compran no se suelen consumir o, al menos, no frecuentemente.

Aunque en la actualidad, debido a los horarios laborales, principalmente, se suele aglutinar la compra de la mayor parte de los productos en 2 o 3 días al mes, esto no debe guiar al consumidor hacia la compra irracional.




A la hora de comprar los alimentos, hay que tener claro que es aquello que se necesita y, por tanto, se va a comprar. Para ello, es importante planificar las comidas y las cenas de una o dos semanas, en función de la frecuencia con la que se compra. Esto facilitará, además, el mantenimiento de una dieta equilibrada. Se recomienda mirar la pirámide de los alimentos de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC). Por ejemplo: se recomienda el consumo de 4 raciones de carne a la semana, por tanto, si se va a hacer la compra para una semana, habrá que decidir que 4 tipos de carne se van a elaborar esa semana.

No solo es importante decidir qué se va a comer, también hay que saber cuántas personas van a comer cada día el menú que se elabora. Seguimos con el ejemplo de la carne; si de los 4 días que se va a consumir carne en una familia de 4 miembros, dos de esos días solo van a comer en casa 2 miembros, la cantidad de carne que se compre para esos dos días deberá ser la mitad de la que se compre para consumir los días en los cuales van a comer todos los miembros de la familia.

Si, además, se hace un pequeño repaso a la despensa de la casa, se verá que de determinados alimentos todavía hay reservas y no es necesaria su compra.




Estos tres consejos facilitarán el mantenimiento de una dieta equilibrada y variada, en la que no se desperdician o tiran alimentos, ya que se ha comprado aquello que se va a consumir. 

Teniendo en cuenta lo anterior, se recomienda la elaboración de una lista de la compra dividida en 3 columnas: una destinada a los alimentos frescos (carne, fruta, leche, pescado…), otra a los alimentos congelados y una última columna para los alimentos no perecederos (conservas, arroz, legumbres, galletas…).

Es muy importante, en el momento de la compra, ceñirse a esta lista que se ha elaborado. Además, se recomienda no comprar alimentos antes de comer, ya que cuando se tiene hambre se suele elegir aquellos alimentos que más apetecen y no siempre son aquellos que se necesitan. La elección de productos no perecederos debe ser la primera que se realice en el momento de la compra, luego, se cogerán los productos frescos y por último, los refrigerados y los congelados. Este orden ayuda al mantenimiento de la cadena de frio de los productos congelados (los cuales deben guardarse en una bolsa isotérmica para evitar su descongelación) y por tanto, a su conservación.

Las ofertas de productos se deben evaluar. Hay que prestar atención al 3x2 y otro tipo de promociones y valorar si de verdad suponen un ahorro.  En los productos perecederos, esto es indispensable también desde el punto de vista de su conservación.

A la hora de elegir un producto es muy importante leer el etiquetado del mismo, prestando atención a la información nutricional, que nos permitirá comparar alimentos entre sí y elegir la mejor opción. Por ejemplo: a la hora de comprar un queso sería muy recomendable elegir aquel con un menor contenido en sal y, en el caso que fuese necesario, un menor contenido calórico. Para saber cuál de todos los quesos ofertados se ajusta mejor a estas características, es necesario leer la etiqueta del producto y la información nutricional, si es que está reflejada. Así mismo, al leer la etiqueta del alimento que se va a comprar, se debe prestar atención a la fecha de caducidad o de consumo preferente. Por último, es muy importante elegir aquellos envases que se encuentren en perfectas condiciones.




La colocación de los alimentos en el carro o en la cesta de la compra también es importante. No se recomienda colocar la carne y el pescado crudo sobre otros productos no envasados, ya que pueden gotear y contaminarlos. Del mismo modo, es conveniente separar los alimentos del resto de los productos, especialmente los de limpieza que pueden resultar tóxicos.


Producto por producto


Cereales y galletas: el etiquetado nutricional del producto nos mostrará su contenido en grasas. Aquellos con alto contenido en grasas, especialmente saturadas y/o trans, no se deberían comprar con frecuencia.

Frutas, verduras y hortalizas: ya que son productos con una vida útil bastante corta, se deben comprar a razón de su consumo. Es importante prestar atención a su grado de madurez y a su apariencia, rechazando aquellas que presentan abolladuras, podredumbres, perforaciones u otro tipo de deterioro. Es preferible elegir los productos de temporada ya que la calidad y el precio son mejores. La piel de las frutas es un buen marcador de su calidad; una piel áspera indica que la corteza es gruesa y la pulpa escasa, mientras que una piel seca, esponjosa y opaca muestra el deterioro de la fruta. En el caso de los cítricos, es conveniente rechazar los de bajo peso, suelen carecer de pulpa y de jugo. En el caso de las verduras, en función del tipo de verdura, existen unos indicadores de calidad. Por ejemplo; en el caso del brócoli o la coliflor se recomienda rechazar aquellos con manchas amarillentas en su superficie y en las verduras de hoja verde cuanto más brillante es el verde, mejor calidad, en el momento que este se torna amarillento, se deben rechazar.




Lácteos: la leche, en función del tratamiento térmico al que haya sido sometida, se conservará durante más o menos días. La leche pasteurizada tiene una vida útil de 48 horas en refrigeración, mientras que la UHT suele durar 3 meses en perfectas condiciones. Hay que prestar atención al contenido en grasa y sal de los lácteos, eligiendo los desnatados en los casos en los que estén recomendados (sobrepeso, hipercolesterolemia, problemas cardiovasculares…) y los quesos, especialmente, con bajo contenido en sodio.

Pescado: la calidad del pescado se determina a través de los ojos (transparentes, salientes, brillantes), las branquias (rosadas o rojas, húmedas y brillantes) y las escamas (bien unidas entre sí y brillantes) en el caso de los pescados enteros. Cuando el pescado se presente en rodajas, su olor suave y su color brillante nos reflejarán una adecuada calidad del pescado. Es importante comprar pescado blanco para consumir dos días a la semana y pescado azul para consumir otros dos días.




Carnes: se debe dar preferencia a las carnes magras (lomo, solomillo, paletilla). Los músculos que, durante la vida del animal, han permanecido más activos, suelen ser menos tiernos (falda, espalda), mientras que los de la parte trasera del animal son más tiernos (costilla, lomo). En el caso de las carnes envasadas, hay que prestar atención a la etiqueta en la cual se refleja la fecha de envasado, la de caducidad y el sello de inspección sanitaria, entre otras cosas. Se debe evitar la compra de carnes grasas (embutidos, tocino, bacon).

Huevos: la cáscara del huevo no debe estar rota, ni sucia. Hay que prestar atención a la fecha de consumo preferente. Al contrario de lo que mucha gente sigue creyendo, el color de la cáscara del huevo no tiene ninguna relación con su valor nutricional.

La bollería industrial, las “bolsas”, las gominolas, los helados, los dulces industriales, las bebidas alcohólicas (sin incluir el vino y la cerveza), las grasas saturadas (mantequilla, margarina)… es recomendable no comprarlas o hacerlo de manera esporádica.

Es conveniente tener siempre presente, a la hora de hacer la compra, que aquello que no está en casa, es decir, que no se ha comprado, no se consume con tanta frecuencia.


abril 18, 2012

Microbiota intestinal, dieta y cáncer de colón


La microbiota o flora intestinal ha ido adquiriendo una especial importancia en los últimos años. Estos términos hacen referencia al conjunto de microorganismos que el ser humano posee en el intestino, aproximadamente 100 billones. Estos microorganismos son anaerobios, es decir, no utilizan oxígeno. Se cree que la microbiota de cada ser humano va evolucionando y en la edad adulta se mantiene más o menos constante, si bien puede alterarse por la dieta o el uso de antibióticos. La flora intestinal de cada persona es única.




Flora intestinal y cáncer colorrectal


Uno de los papeles críticos que se le atribuyen a esta flora intestinal y por el cual ha adquirido tanta relevancia es su relación con la salud intestinal,  incluyendo el riesgo de cáncer colorrectal. La flora intestinal posee una serie de funciones fisiológicas que podrían estar relacionadas con el riesgo de padecer un cáncer colorrectal, como son el control de la proliferación y diferenciación de las células epiteliales, la producción de nutrientes esenciales y/o componentes bioactivos, la prevención del sobrecrecimiento de microorganismos patógenos y la estimulación de la inmunidad intestinal.

Entre las múltiples funciones que realiza la flora del intestino grueso se encuentra la fermentación de algunas sustancias presentes en la dieta que no han sido absorbidas en el intestino delgado. La fermentación de la fibra soluble por lo microorganismos del intestino provoca la formación de ácidos grasos de cadena corta  (butirato, acetato y propionato). Estos ácidos grasos realizan una serie de acciones tanto en el colón como a nivel sistémico. A nivel colónico, aportan energía, aumentan el flujo sanguíneo del colon, incrementan la secrección de hormonas  gastrointestinales y estimulan el sistema nervioso autónomo ( aquel que controla las acciones involuntarias). A nivel sistémico, los ácidos grasos de cadena corta regulan tanto el metabolismo de la glucosa como el de las grasas, respecto a este último, se ha observado que el propionato disminuye la síntesis hepática de colesterol. En cuanto al metabolismo de la glucosa, se sabe que tanto el propionato como el acetato disminuyen la glucemia postpandrial y la respuesta insulínica. Por otra parte, hay que señalar que los productos finales de la fermentación proteolítica pueden ser tóxicos.

Además, se ha visto que el butirato puede actuar como regulador de la expresión de genes que intervienen en la proliferación y diferenciación del colonocito. En base a esto, se ha sugerido que el butirato podría actuar como mecanismo de defensa frente al cáncer de colon.

Las bacterias también están implicadas en la formación de otro tipo de ácidos grasos muy beneficiosos, como el ácido linoléico conjugado (CLA), que es un isómero del ácido linoléico con propiedades antiinflamatorias y que parece proteger frente al riesgo de cáncer de colon.





Así mismo, las bacterias intestinales son capaces de metabolizar algunos componentes de las plantas, generando compuestos protectores frente al cáncer.  Por ejemplo, los lignanos de las plantas se pueden convertir en lignanos de los mamíferos a través de las bacterias del intestino. Las semillas de lino son la fuente más rica de precursores de lignanos en la dieta humana, aunque las semillas de sésamo poseen una concentración total de lignanos mayor.  

Es muy importante señalar que no todas las bacterias desempeñan un papel similar. De hecho, aunque determinadas cepas bacterianas inhiben el desarrollo de tumores en el colón,  otras han sido implicadas en la patogénesis del cáncer colorrectal. Por lo tanto, un buen balance entre las bacterias beneficiosas y perjudiciales es importante, ya que alteraciones en el mismo se han relacionado con el desarrollo de cáncer. Algunos componentes de la dieta podrían alterar este balance.



La influencia de la dieta sobre la flora intestinal


Algunos términos son cada vez más comunes en nuestro vocabulario. Uno de ellos es el de alimentos funcionales, que son aquellos en los que se ha demostrado que su consumo posee un efecto beneficioso sobre una o varias funciones del organismo, más allá de los efectos nutricionales habituales, lo que provoca una disminución del riesgo de enfermar o una mejora de la salud y el bienestar . Dentro de este tipo de alimentos se encuentran los probióticos, los prebióticos y los simbióticos. 

Un prebiótico es una sustancia presente en un alimento y que no es digerible. Sus efectos positivos en el organismo se deben a una estimulación selectiva del crecimiento y/o la actividad de la microbiota intestinal. Tienen acción prebiótica, por ejemplo, la inulina, la lactulosa, el almidón y la fibra dietética
La inulina es un fructooligosacárido que se encuentra de manera natural en numerosos alimentos (puerro, espárrago, ajo, cebolla, alcachofas, plátanos, semillas de soja y cereales como el trigo o la avena). Se ha estimado que un individuo normal, para aumentar las bacterias del intestino, debería tomar al día entre 4 y 8 gramos de fructooligosacáridos. Como esto es muy complicado a través del consumo de alimentos que los contienen de manera natural, se ha comenzado a añadir inulina a cereales, galletas, pan, bebidas, yogures ... 




Los probióticos son alimentos que contienen microorganismos vivos. Aunque el yogur es el probiótico más conocido, existen otros como el queso, las leches fermentadas, zumos, batidos... La mayoría de los probióticos que se encuentran en el mercado utilizan Bifidobacterias, Lactobacillus y Streptococcus, que son los costituyentes habituales de la flora intestinal. Diversos estudios científicos han observado que los probióticos podrían ejercer un papel potencial en la prevención del cáncer, inhibir el crecimiento de tumores y mejorar el sistema inmune. 




La combinación de un prebiótico con un probiótico se conoce como simbiótico. La evidencia científica sugiere que los simbióticos podrían ser eficaces en la modificación de la microbiota.
Se sabe que tanto la toma de prebióticos como de probióticos, así como la ingesta de simbióticos inhiben los focos de criptas aberrantes (agrupación de glándulas anormales en forma de tubo en el revestimiento del colon y del recto, se forman antes que los pólipos colorrectales y son uno de los cambios más tempranos que se pueden observar en el colon y que pueden conducir al desarrollo de un cáncer). Los simbióticos podrían ser especialmente efectivos reduciendo las lesiones preneoplásicas del colon y podrían disminuir la presencia de múltiples factores asociados con el riesgo de cáncer de colon en humanos.


Así mismo, existen otros componentes de la dieta que pueden modificar la flora intestinal. Cuando las bacterias se cultivan en presencia de varios polifenoles presentes en el té, el crecimiento de algunas bacterias patógenas se ve reducido mientras que el de las Bifidobacterias y los Lactobacillos apenas se ve afectado.




Otros componentes de los alimentos tienen propiedades bactericidas, como la cúrcuma que puede atacar al Helicobacter pylori. Aunque la cúrcuma es la más eficiente, el jenjibre, el comino, el regaliz y el orégano también tienen propiedades bactericidas. Lo que no está del todo claro es si tras un exposición tradicional ,estos compuestos pueden modular el número y el tipo de microorganismos del tracto gastrointestinal.

Los prenilflavonoides han sido hayados en el lúpulo y en productos derivados del mismo, como la cerveza. El xanthohumol es uno de estos prenilflavonoides que podría inhibir líneas de células cancerígenas en el colon.

Pese a todo lo anterior, existen algunos efectos negativos, condicionados principalmente por la dieta. Es conveniente destacar que la dieta podría influir sobre el riesgo a padecer cáncer mediante la modificación del metabolismo bacteriano.Se ha visto que tras la transformación bacteriana de los componentes de la dieta en el intestino, se producen algunos agentes carcinogénicos, lo que conduce a pensar que la flora intestinal podría ejercer, mediante este mecanismo, una influencia sobre el riesgo a padecer cáncer. Algunas enzimas de la microbiota pueden activar compuestos que podrían ejercer efectos adversos. Por ejemplo, en el metabolismo del ácido glucurónico conjugado con aminas (agentes carcinogénicos)se pueden formar metabolitos activos que pueden dañar la mucosa intestinal.

Obesidad, flora microbiana y cáncer





La obesidad se ha relacionado con un mayor riesgo de padecer cáncer. Las diferencias en la microbiota de los niños de 6 a 12 meses de edad se ha relacionado con el riesgo a sufrir sobrepeso u obesidad a los 7 años.  Esto sugiere que las diferencias en la microbiota (menores concentraciones de Bifidobacterias y mayores concentraciones de Staphylococcus aureus) preceden al sobrepeso y la obesidad. 


Por tanto, podemos concluir diciendo que existen complejas interrelaciones entre la microbiota intestinal y el riego a padecer cáncer de colon lo cual puede ser influenciado por el comportamiento dietético. A partir de los alimentos, los microorganismoc pueden generar compuestos, algunos beneficiosos y otros perjudiciales. Por lo tanto, muchas bacterias, así como los metabolitos generados por ellas, pueden intervenir en el desarrollo del cáncer de colon.
Cuantos más estudios realicen entorno a este tema, más información poseeremos y con ella podremos hacer recomendaciones dietéticas específicas para la prevención del cáncer de colon a través de la modulación de la flora intestinal.


marzo 31, 2012

Malabsorción de fructosa


La fructosa es un monosacárido que se encuentra en la dieta en tres formas, principalmente:

  • Fructosa libre presente en frutas y en la miel

  • Componente del disacárido sacarosa (glucosa + fructosa)
  • Como fructanos, que son cadenas de fructosa con una molécula de glucosa terminal. Los fructanos no se absorben ni se digieren en el intestino delgado. El número de moléculas de fructosa determinará la longitud de los mismos.  Los fructanos de cadena corta (fructooligosacáridos) se suelen fermentar más rápidamente que aquellos de cadena larga (inulina)

La fructosa se está utilizando cada vez más en la industria alimentaria debido a dos hechos: se ha diseñado un proceso a nivel industrial que permite convertir la glucosa del almidón de maíz en fructosa y se ha visto que la fructosa es el más dulce de los azúcares.




Por otro lado, se ha visto que en un porcentaje considerable de sujetos sanos existe una  absorción incompleta de fructosa lo que provoca diarrea y dolor cólico abdominal tras la ingesta de una determinada cantidad de este monosacárido. La prevalencia de malabsorción de fructosa en sujetos sanos oscila entre 40-90% tras la ingesta de 50 g de este hidrato de carbono. La malabsorción de fructosa viene determinada tanto por la dosis como por la concentración. Hay que resaltar que la capacidad de absorción de este azúcar varía considerablemente entre individuos.  

Sin embargo, se debe reseñar que la ingestión de fructosa en forma de sacarosa no se acompaña de malabsorción apreciable en este tipo de sujetos y que la adicción de glucosa a las soluciones de fructosa facilita la absorción de fructosa, aunque esto depende de la dosis. 


Parece ser que existen dos mecanismos diferentes de absorción de la fructosa:
  1. Transporte estimulado dependiente de la dosis de fructosa que se ve facilitado por la presencia de glucosa en la luz intestinal. El transportador que lleva a cabo esta acción, GLUT 5, tiene una elevada afinidad por la fructosa, podría absorber hasta 50 gr de fructosa  administrados de forma única tanto si se aporta como sacarosa como si se hace en forma de fructosa libre.
  2. Parece ser que cuando la cantidad de fructosa supera la de glucosa, existe un segundo mecanismo de transporte facilitado independiente de la glucosa. Solo podría facilitar la absorción de cantidades inferiores a 5 g de fructosa administrada de forma única en individuos sanos.  Esta hipótesis necesita un mayor estudio.
Para entender la absorción de fructosa, hay que tener en cuenta algunos principios fisiológicos de la misma:

  • La fructosa, ya que es un monosacárido, no necesita sufrir ningún proceso para ser absorbido. Su absorción es directa.



  • Cuando la fructosa se absorbe como sacarosa, este se rompe en glucosa y fructosa gracias a las enzimas del intestino. Como se ha dicho, el transporte de fructosa se ve facilitado por la presencia de glucosa. Por tanto, la fructosa dada como sacarosa (glucosa + fructosa) suele ser bien tolerada.
  • Ya que en presencia de glucosa, se facilita la absorción de fructosa, el exceso de fructosa que se ingiere en relación con la glucosa puede que sea el principal desencadenante de la malabsorción.
  • Algunos aminoácidos también facilitan la absorción de fructosa.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que los pacientes que presentan malabsorción de fructosa, suelen presentar también problemas en la absorción del sorbitol. Este es un polialcohol con una estructura similar a la fructosa, lo que puede determinar que compitan por el mismo transportador intestinal. Se suele utilizar como edulcorante en aquellos productos sin azúcar y se utiliza como aditivo en la industria alimentaria y farmacéutica.

Cuando la fructosa y  el sorbitol  que no han sido absorbidos en el intestino delgado alcanzan el colón, son fermentados por las bacterias allí presentes y se producen ácidos grasos de cadena corta (principalmente, acetato, propionato y butirato) y gas (hidrógeno, CO2 y metano). La aparición de diarrea o síntomas de flatulencia depende en parte del equilibrio entre la producción y la eliminación de estos productos de la fermentación. Los ácidos grasos de cadena corta son absorbidos con rapidez por la mucosa colónica, a su vez, favorecen la absorción de agua y electrolitos y actúan como fuente de energía tanto para el colonocito como para el organismo en general. 

Por lo tanto, la diarrea se produce cuando:
  • La velocidad de llegada de fructosa o sorbitol al colón es superior a la velocidad de fermentación bacteriana de estos azúcares. Esto provoca una sobrecarga osmótica en el colón y la aparición de diarrea.
  • Cuando la capacidad de fermentación por parte de las bacterias del colón se encuentra disminuida, lo cual provoca una menor producción de ácidos grasos de cadena corta y se reduce la capacidad de absorción de agua y electrolitos. 

TRATAMIENTO DIETÉTICO

La estrategia dietética consistiría en evitar los alimentos con:
  •  Un alto contenido en fructosa libre.
  • Fructanos de cadena corta que son inulina, fructooligosacáridos y oligofructosa.  
  • Sorbitol
Dando preferencia a los alimentos en los cuales el contenido en glucosa es superior al de fructosa o está balanceado e ingerir glucosa libre para balancear el exceso de fructosa libre.

A continuación se indican los alimentos que se podrían consumir con seguridad  y aquellos que se deberían evitar.

ALIMENTOS CUYO CONSUMO ES SEGURO

1. Tubérculos: patatas viejas (más abajo se explica el porqué).
2. Cereales: las harinas y sémolas de trigo, avena, maíz, centeno y arroz, así como los alimentos elaborados con ellas (siempre y cuando en estos alimentos no haya un ingrediente a evitar). Pan blanco y pasta. Fécula de patata.
3. Vegetales: suelen depender de la persona. La acelga, las espinacas, las endivias, las setas, la escarola no suelen dar problemas. Las coles (berza, col, coliflor), la lechuga, el pepino.... si se consumen en pequeñas cantidades pueden ser tolerados.
4. Frutas: en pequeñas cantidades y de forma ocasional, algunas personas toleran las aceitunas, los aguacates, los limones y las limas.
5. Lácteos: la leche, la leche en polvo sin fructosa, el yogur que no contenga ni frutas ni fructosa, los quesos y la nata.
6. Carnes, huevos y pescados: Si son frescos presentan problema. Los embutidos caseros tampoco, aunque hay que prestar atención a su composición.






7. Legumbres: las alubias, los guisantes, los garbanzos y las lentejas se deben consumir con moderación.
8. Edulcorantes: el jarabe de glucosa, la glucosa, la sacarina, el aspartamo, el ciclamato.
9. Postres y galletas: se pueden consumir aquellos en los que se empleen los edulcorantes arriba citados, siempre y cuando no contengan algun ingrediente de los "no permitidos".
10. Bebidas: agua, té, infusiones, café.
11. Condimentos y salsas: las especias y hierbas aromáticas, la sal, el vinagre, la mostaza, las levaduras.
12. Aceites y grasas: los aceites vegetales, la mantequilla y la margarina.



ALIMENTOS QUE SE DEBEN EVITAR

1. Tubérculos: el consumo de patatas nuevas debe ser moderado.
2. Cereales: las harinas y cereales integrales y la harina de soja.
3. Vegetales: practicamente todos excepto los indicados arriba.
4. Frutas: se deben evitar todas las frutas excepto las indicadas arriba, aunque suele haber variaciones interpersonales.





5. Lácteos: la leche condensada, los batidos de leche, el helado comercial, los yogures con frutas, con vainilla o saborizados. Hay que prestar atención a la leche y yogures de soja, también se deben evitar.
6. Carne, huevos y pescados: se debe comprobar el etiquetado de estos productos procesados y evitar aquellos con sacarosa, fructosa, sorbitol.
7. Legumbres: exceptuando aquellas ya mencionadas anteriormente, es mejor evitar el resto de legumbres.
8. Edulcorantes: la miel, la fructosa, el sorbitol, la sacarosa.
9. Postres y galletas: comprobar el etiquetado de todos los helados comerciales, sorbetes, polos, productos de pastelería y bolleria, las galletas comerciales, las pastas. Aquellos elaborados con fructosa, sacarosa o sorbitol se deben evitar. Prestar especial cuidado a aquellos calificados como "dietéticos", "para diabéticos" o "sin azúcar".
10. Bebidas: las bebidas hechas a base de frutas, con sacarosa, fructosa o sorbitol se deben evitar.
11. Salsa y condimentos: ketchup y salsas industriales con fructosa o cualquier elemento que las contenga.
12. Aceites y grasas: prestar atención a los aderezos con fructosa y sacarosa (industriales).

Por otro lado, se deben prestar atención a una serie de datos que pueden contribuir a que el seguimiento de estas pautas sea más ameno, como son:

  • Las patatas nuevas presentan un contenido mayor en fructosa que las viejas. Las patatas son ricas en inulina.
  • Es recomendable consumir pan de centeno, ya que, aunque como el trigo, pose fructanos, estos son de cadena larga y su efecto osmótico es menor. Los productos elaborados con maíz (cereales del desayuno), cebada, avena… se pueden consumir con normalidad. El arroz, las semillas de lino, de amapola y el sésamo se puede consumir sin problemas. Hay que tener en cuenta que los cereales integrales contienen más fructosa que los no integrales.


  • Las verduras con un bajo contenido en fructosa son principalmente: brécol, apio, berros, acelgas, espinacas, escarola.
  • Las verduras cocinadas suelen tener un mayor contenido en fructosa que las crudas.
  • Es preferible tomar la fruta lo menos madura posible, ya que presenta una menor cantidad de azúcares libres.
  • Es importantísimo leerse el etiquetado de los alimentos para no elegir aquellos que contengan fructosa, sorbitol o inulina y  fructooligosacáridos. Aquellos productos etiquetados como “sin azúcar” “dietéticos” o “para diabéticos” suelen contener fructosa o sorbitol.  
  • El jarabe de maíz rico en fructosa y lo alimentos elaborados con él se deben evitar. El jarabe de maíz que no es rico en fructosa no es problemático ya que es rico en glucosa.
  • Es necesaria la suplementación de la dieta con vitamina C ya que las fuentes que la contienen están limitadas.
  • Algunos medicamentos, como antibióticos, suplementos vitamínicos… contienen fructosa o sorbitol, por lo tanto, hay que elegir aquellos que no posean estas sustancias.