febrero 20, 2013

No culpemos solo a nuestros genes


Me gustaría compartir con vosotros un documental que, si bien es algo caótico en el sentido de querer agrupar varios temas un tanto dispares, me parece muy interesante para hacernos reflexionar.

Reflexionar sobre qué, os preguntaréis. Pues reflexionar sobre la importancia de la alimentación que no se limita a condicionar únicamente nuestro aspecto exterior o a modular ciertas enfermedades, sino que, además, ejerce un efecto importantísimo sobre nuestros genes condicionando por completo el estado de nuestro organismo y el de nuestros descendientes. Bien, me explicaré. Pero antes, os dejo el documental.


 

Epigenética. ¿Y eso, qué es?


La epigenética es el estudio de todos aquellos factores no genéticos que intervienen en el desarrollo de un organismo, desde que el espermatozoide y el óvulo se unen hasta que alcanza su senectud. Este término se creo para referirse al estudio de las interacciones entre el material genético del organismo y el ambiente en el que vive ese organismo.

Un ejemplo para entender lo que es la epigenética lo encontramos en las abejas. Las abejas hembras se dividen en dos tipos: reina y obrera. Todas las larvas de las abejas son idénticas, es decir, todos sus genes son idénticos, por lo tanto, todas las larvas podrían ser potencialmente futuras abejas reina. ¿Qué es lo que hace que unas larvas den abejas reinas y otras abejas obreras? La alimentación. Las abejas alimentadas con jalea real serán fértiles y se convertirán en abejas reina, sin embargo, aquellas que no sean alimentadas con jalea real serán estériles y, por lo tanto, obreras.

La epigenética estudia los cambios reversibles del ADN que modifican la expresión de los genes. Estos cambios en el ADN no van acompañados por cambios en la secuencia de los genes. Sin embargo, se producen otra serie de procesos, como la metilación, de la cuál nos hablan los diferentes científicos que aparecen en este documental.

La metilación del ADN consiste en la transferencia de grupos metilo (-CH3) a alguna de las bases citosina del ADN situadas previa y contiguamente a la guanina. Estas metilaciones del ADN provocan que ciertos genes no se expresen. 

Aquí deberíamos repasar dos conceptos:
  • Genotipo: es la información genética que posee un organismo en forma de ADN.
  • Fenotipo: la expresión del genotipo en función de un determinado ambiente.



Esto nos viene a decir que, aunque poseamos los genes que codifican para una determinada enfermedad (genotipo), esto solo se producirá si los factores ambientales (dieta, tabaquismo, contaminación ambiental) favorecen que se exprese (fenotipo).

Las metilaciones pueden provocar que ciertos genes que poseemos (genotipo) no se expresen (fenotipo). Muchas sustancias presentes en la dieta adicionan grupos metilos a los genes.

Aunque la mayor parte de las enfermedades hereditarias están causadas por mutaciones (cambios en la secuencia de genes de un ser vivo) otras están provocadas por alteraciones epigenéticas (no se producen cambios en los genes, simplemente, estos pueden expresar la información que contienen o pueden no expresarla). Una de las enfermedades provocadas por alteraciones epigenéticas es el cáncer. Es común que en los tumores, los genes que se encargan de regular la multiplicación celular, estén silenciados.

La gran Hambruna Holandesa


En 1944, la zona holandesa que aún quedaba ocupada por los alemanes, se vio privada de alimentos al ser estos embargados por el ejercito alemán, a lo que se unió a la destrucción de los campos de cultivo y la crudeza de aquel invierno. Esto provocó que la dieta de la población de ciudades como Rotterdam o Amsterdam aportase menos de 1000 kcal al día.

La población que en aquel momento habitaba Holanda sufrió una gran desnutrición y los descendientes de aquellos habitantes acarrearon las consecuencias. Las mujeres embarazadas durante la Gran Hambruna Holandesa trajeron al mundo niños con bajo peso que, a lo largo de su vida, han desarrollado numerosas enfermedades metabólicas (problemas cardiovasculares, diabetes ...). A su vez, estos niños nacidos durante la Gran Hambruna dieron lugar a descendientes que presentaban los mismos problemas que ellos, aunque un ligeramente atenuados.




¿Cómo se puede explicar estos acontecimientos? Mediante la epigenética.

Durante el embarazo, los cambios epigenéticos se producen con facilidad. La nutrición de la madre puede provocar alteraciones en los genes que en la edad adulta provocaran enfermedades.

La malnutrición de la mujer embarazada y una alimentación deficiente durante los primeros meses de vida del niño aumentan el riesgo de que el niño sea obeso. Debido a la escasez de alimentos, se activan genes ahorrativos en el niño. Esto queda grabado en la memoria genética y va pasando de generación en generación. El organismo de las generaciones futuras intentaran acumular grasa, en lugar de quemarla, debido a la activación de esos genes ahorrativos en sus padres o abuelos.

¿Podemos modificar la expresión de nuestros genes o tenemos que resignarnos ante la herencia genética recibida?


Por todo lo explicado con anterioridad, podemos deducir que la obesidad se produce como consecuencia de la interacción entre el genotipo de la persona y de los factores externos, como son la dieta y los estilos de vida.

Teniendo en cuenta esta premisa, podemos afirmar que, pese a que nuestros padres o abuelos hayan sufrido sobrepeso, obesidad, problemas cardiovasculares, diabetes u otras enfermedades, nosotros no tenemos porque padecerlos. Gracias a la dieta podemos evitar o ralentizar la expresión de los genes que hemos heredado.




Aunque nuestra alimentación ha variado mucho y con rapidez en los últimos años, nuestro cuerpo no lo ha hecho al mismo ritmo. Es importante llevar a cabo una dieta variada y equilibrada, basada en las recomendaciones nutricionales con las que os bombardeamos a diario los profesionales en materia de nutrición. Una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales, legumbres y pobre en grasas saturadas, carnes rojas, lácteos enteros, bollería industrial, embutidos y productos procesados mejorará no solo nuestra vida, sino también la de nuestros descendientes.

Nosotros somos lo que comemos, pero lo que comemos nosotros también influirá en lo que serán nuestros hijos y nietos.


febrero 04, 2013

Alimentación y nutrición en pacientes con cáncer


Una alimentación equilibrada, rica en elementos antioxidantes, la práctica regular de actividad física y mantenerse en un peso óptimo y adecuado para la altura son tres pilares que pueden llegar a reducir el riesgo de padecer cáncer hasta en un 30%.

La alimentación, por lo tanto, ejerce un importante efecto sobre la prevención del cáncer, pero también es esencial en el tratamiento del mismo.

Relación cáncer- nutrición

Los pacientes con cáncer necesitan seguir una dieta sana, con unos hábitos de alimentación que  les ayuden a soportar los efectos de la enfermedad y su tratamiento.

Algunos tratamientos para el cáncer funcionan mejor cuando el paciente está bien nutrido. Un buen estado nutricional en los pacientes oncológicos mejora el pronóstico, es decir, la probabilidad de recuperación, y la calidad de vida.

Por otro lado, es importante tener en cuenta que algunos tumores, especialmente aquellos que afectan al aparato digestivo,  elaboran determinadas sustancias químicas que intervienen en el aprovechamiento de los nutrientes por parte del organismo.

Los efectos secundarios de la enfermedad pueden afectar a la alimentación del paciente. Algunos de estos efectos son: anorexia o falta de apetito, diarrea, estreñimiento, náuseas y vómitos, llagas en la boca, boca seca, dificultad para tragar.

Así mismo, los tratamientos que se aplican para combatir el cáncer (cirugía, quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia) pueden afectar a la nutrición del paciente.



Todo ello, unido a la afectación en la percepción de sabores, olores, texturas… dificulta tanto la ingestión como la absorción de nutrientes y puede llegar a provocar malnutrición en el paciente. Esta a su vez dificulta la recuperación del paciente, ya que favorece el cansancio y la incapacidad para combatir infecciones y soportar el tratamiento.

Detención de riesgos nutricionales


Teniendo en cuenta todo lo anterior, parece fundamental el tratamiento temprano de los síntomas y efectos derivados de la enfermedad que condicionan la alimentación del paciente y favorecen su desnutrición y pérdida de peso.

Es muy importante detectar los riesgos nutricionales en un paciente que no presenta síntomas. A través de una valoración del estado nutricional del paciente se puede clasificar desde un punto de vista nutricional y valorar el riesgo de complicaciones secundarias a su estado nutricional. Un paciente desnutrido presenta una mayor probabilidad a sufrir algunas complicaciones como son:
  1. Perpetuación de la anorexia y el malestar subjetivo del paciente con el consiguiente aumento de la morbi-mortalidad.
  2. Aumento de la incidencia de infecciones.
  3. Prolongación de la estancia hospitalaria.
  4. Retraso en la cicatrización de las heridas.



Una forma rápida de valoración del estado nutricional del paciente es la Valoración Global Subjetiva del Estado Nutricional en la cual se recogen datos relacionados con la historia clínica y el examen físico del paciente:
  1. El peso corporal y su variación en los últimos 6 meses.
  2. Cambios en el aporte dietético
  3. Síntomas gastrointestinales que duren más de dos semanas.
  4. Capacidad funcional del paciente.
  5. Enfermedades y relación con los requerimientos nutricionales.
  6. Examen físico para determinar si el paciente está bien nutrido o presenta desnutrición (leve, moderada o severa).

Objetivos nutricionales


Las metas de la terapia nutricional en pacientes oncológicos son:
  1. Prevenir o tratar problemas nutricionales y de otra índole.
  2. Disminuir los efectos secundarios de la terapia contra el cáncer y los problemas derivados de la misma que afectan a la nutrición.
  3. Mantener la salud nutricional del paciente.
  4. Ayudar al sistema inmune a combatir las infecciones.
  5. Mantener o mejorar la calidad de vida del paciente.

Características de la dieta en las personas que padecen cáncer


Durante el tratamiento oncológico son frecuentes los efectos secundarios que os comenté con anterioridad: náuseas, vómitos, diarrea, úlceras y llagas en la boca, alteración del gusto y el olfato. Por ello, las recomendaciones dietéticas no pueden ser iguales que las dadas a la población sana.

Un paciente oncológico necesita llevar a cabo una dieta que cubra sus necesidades calóricas y proteicas. En el caso de tener un peso normal se le debería aportan al paciente unas 25-30 kcal por kilogramo de peso y día. Cuando el cáncer provoca un aumento del gasto energético se necesitan entre 30 y 35 kcal/kg/día. En aquello pacientes que necesiten recuperar peso se deben proporcional más de 35 kcal/kg/día.

Los menús que se elaboran para pacientes oncológicos deben cumplir las siguientes características:
  1. Aportar una cantidad elevada de calorías: aquellas recetas que combinen cereales y legumbres van a aportar al paciente oncológico proteínas y energía.
  2. Favorecer la ingesta elevada de proteínas: tanto el tumor como el tratamiento oncológico provocan daños en los tejidos, además, la anorexia va a provocar una pérdida de peso y masa muscular que se debe suplir a través de una dieta rica en proteínas. Es recomendable elaborar recetas apetitosas de pollo, pescado y combinar legumbres y cereales en un mismo plato.
  3. Contribuir a aumentar la sensación de apetito del enfermo oncológico a través de recetas apetitosas. Es recomendable elaborar platos por los que el paciente tenga preferencia, evitando sabores y olores fuertes.




Así mismo, es importante seguir una serie de pautas dietéticas que ayuden al enfermo a hacer frente a los problemas digestivos que presenta:
  1. Se recomienda que el desayuno esté compuesto por alimentos secos, como tostadas o galletas. Se deben evitar los zumos de frutas ácidas y los lácteos enteros.
  2. Distribuir en varias tomas los alimentos ingeridos durante el día.
  3. No mezclar platos o alimentos fríos y calientes en una misma toma.
  4. Si al enfermo le cuesta masticar es preferible darle los alimentos triturados en forma de puré o batidos.
  5. Comer cuando se tenga más apetito.
  6. Utilizar infusiones para aliviar las molestias digestivas.
Por otro lado, la preparación de los alimentos es esencial para evitar infecciones. Un enfermo oncológico tiene el sistema inmune más debilitado y es necesario que se cuide la preparación de los alimentos:
  1. Se deben lavar bien las frutas y verduras.
  2. El manipulador de alimentos debe mantener una adecuada higiene corporal y de los utensilios de cocina.
  3. No se deben utilizar los mismos utensilios de cocina para manipular alimentos crudos y cocinados.
  4. Hay que descongelar los alimentos en el frigorífico o en el microondas, nunca a temperatura ambiente.
  5. Es importante mantener calientes los platos calientes y en refrigeración los platos que se vayan a servir frios.
  6. No consumir pescados y mariscos crudos.
  7. Cocinar bien todos los alimentos, en especial, carnes y pescados.